Juan Francisco Lomelí Rafael
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El libre albedrío: vivir y dejar vivir
Vivir y dejar vivir: una fórmula simple pero difícil de
aplicar. Es sencilla en tanto depende de cada individuo crear un estado que
permita vivir en equilibrio consigo mismo y en armonía con el entorno y las
personas que le rodean.
Sin embargo, es
complicada debido a nuestra necesidad de conexiones exteriores para sobrevivir.
Requiere comunicación, interacción, transacciones, acuerdos, convivencia,
respeto, tolerancia, trabajo, afecto y amor.
Esta interdependencia a veces complica la existencia,
especialmente una vez que adquirimos el libre albedrío o la capacidad de tomar
decisiones propias.
Durante la infancia,
somos dependientes de quienes cuidan de nuestras necesidades básicas. En esta
etapa, las figuras de cuidado deciden por nosotros, desde qué consumir hasta
cómo vestirnos. Aunque expresamos descontento mediante el llanto, carecemos de
la habilidad para elegir condiciones específicas.
A medida que crecemos, enfrentamos la complejidad de tomar
decisiones y, si se nos permite, negociarlas. Es crucial que, en entornos
familiares y de cuidado, se permita tomar decisiones acordes a la etapa de desarrollo
de cada individuo que los prepare para la vida adulta.
Algunas culturas otorgan a los adolescentes responsabilidad
temprana, demostrando su madurez
mediante pruebas.
Sin embargo, también hay circunstancias que pueden forzar a
jóvenes, incluso en etapa infantil, a asumir
roles adultos antes de tiempo. En comunidades con carencias, es común ver púberes
encargándose de hermanos menores o trabajando
para sobrevivir. Aunque asumen responsabilidades de adultos, no pueden
vivir y dejar vivir, ya que su dependencia persiste.
Similarmente, hay quienes permanecen
en el hogar familiar por motivos educativos o económicos, limitando su
independencia o generando codependencia con sus progenitores.
Aunque buscamos autonomía, la realidad puede imponer
circunstancias que limitan esta libertad. Lograr un equilibrio entre la
independencia y la interdependencia es el reto, especialmente cuando la vida impone
roles y responsabilidades a temprana edad.
Felicidades a ti que puedes aplicar este principio de vivir
y dejar vivir, de evitar ataduras emocionales que limitan gozar de este mundo,
de las interacciones, de la naturaleza, de todo, de practicar el libre albedrío
con responsabilidad, de ser libres y permitir la libertad de decisión con
quienes compartimos en el día a día.
Juan Francisco Lomelí Rafael
Hasta pronto
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